Author: Zigor Maritxalar

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Rompiendo mitos: la enseñanza virtual no es sinónimo de autoaprendizaje

La enseñanza virtual ha ido ganando adeptos en todas las etapas formativas con un especial repunte en los últimos meses debido a la crisis sanitaria. El escenario actual de la formación online en el mundo de la formación reglada, y en concreto de la FP, muestra una tendencia progresiva hacia la virtualidad.

Según los últimos datos disponibles publicados por el Ministerio de Educación, comprobamos como ha aumentado el número de alumnos matriculados a distancia tanto en Grado Medio, con un incremento del 9,9%, como en el Grado Superior, con un aumento del 19,4%, hasta alcanzar los 59.934 estudiantes.

Este auge del aprendizaje online ha ido de la mano del surgimiento de un nuevo perfil de docente que pone en juego unas competencias características, en gran medida inherentes a la formación en línea.

Hacer lo mismo de siempre usando tecnología punta es pobre a la vez que un gran error”. Esta es una de las premisas del estudio Evaluación de la calidad docente en entornos virtuales de aprendizaje llevado a cabo por miembros de la dirección académica de la UOC. Y es que la creación espacios virtuales de conocimiento implica una redefinición de los elementos organizativos del aprendizaje, entre los que destaca el papel del profesor online.

Indudablemente, se plantean nuevas competencias que estos profesionales deben dominar para aprovechar el potencial pedagógico de estos espacios. Y evidentemente, se advierten diferencias muy importantes en los roles de los profesores virtuales y los presenciales como las que veremos a continuación:

El rol del profesor como docente virtual

Orientación en el uso de la tecnología

Una función elemental que deben desempeñar los profesores virtuales es la de escoger, integrar y diseñar las herramientas tecnológicas más adecuadas para el aprendizaje en el entorno telemático existente.
Igualmente importante es la labor de orientación en el uso de cualquier plataforma virtual de aprendizaje dado el amplio abanico de recursos que puede llegar a ofrecer: contenidos interactivos, foros de debate, herramientas de mensajería interna, videotutoriales, videoclases participativas…
Por último, esta tarea de asesoramiento culmina con la regulación de un uso adecuado y seguro de la tecnología por parte de los estudiantes.

Apoyo y seguimiento constante

Una vez inmersos en una formación en línea, el profesor online deberá hacer un control exhaustivo del ritmo de aprendizaje de los estudiantes. Para ello, es recomendable hacer un seguimiento de la participación del alumnado en las distintas actividades orientadas a la interacción social como los foros de debate o chats grupales en torno a una temática concreta.
Por otro lado, la formación online permite hacer un análisis en tiempo real del avance de cada alumno respecto a las actividades propuestas. Esto posibilita al docente estar al día de su progreso e interpelar de manera individual al estudiante cuando no complete a tiempo las tareas.

Gestión de la interacción en la comunidad

Una parte sustancial del rol del docente online es la de promover relaciones de confianza y compromiso entre los propios estudiantes mediante las herramientas de comunicación a su disposición. De igual modo, será el encargado de monitorizar y dinamizar los espacios destinados al intercambio de conocimiento como son los foros de debate o las videoclases en directo.
Igualmente, tal y como ocurre de forma presencial, en un entorno online pueden surgir conflictos en los grupos de trabajo cuya gestión también formará parte de las competencias del profesor.

Evaluación del aprendizaje

El proceso de evaluación online debe comenzar con informar al alumnado de los criterios que se tendrán en cuenta a la hora de valorar su aprendizaje. En un entorno virtual es aconsejable optar por una evaluación continua en la que se utilicen diferentes tipos de pruebas para que la nota final represente fielmente los resultados del aprendizaje.
En cuanto a las formas de evaluación, estas pueden ser muy diversas. Desde los tradicionales exámenes orales a través de videoconferencia, hasta el desarrollo de trabajos para ser presentados a posteriori por los alumnos a viva voz. Igualmente, existe la posibilidad de realizar exámenes tipo test con tiempo de respuesta limitado o ante una cámara.

Un aprendizaje dirigido en todo momento

Son ya once años los que llevo implementando una formación con un alto componente digital que incluye contenidos innovadores y atractivos para responder a los diferentes estilos de aprendizaje y, sobre todo, a las distintas generaciones de estudiantes, incorporando las nuevas tendencias en aprendizaje en línea.

Soy conscientes de la necesidad de contar con profesores expertos en activo del sector digital para diseñar, orientar, dinamizar y evaluar el trabajo del estudiante durante todo el proceso educativo a través de un aprendizaje dirigido. De esta forma, el alumno nunca está solo frente al ordenador.

Igualmente, junto a las competencias más técnicas, el alumno también ejercita otros valores como la autodisciplina, la capacidad organizativa, la gestión del tiempo, o la responsabilidad colaborativa. Todo ello para crear un background muy similar a los entornos reales de trabajo y comunicación en red.

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Ventajas de una educación semipresencial en las escuelas

La ya anunciada transformación digital tiene un impacto global en el avance de la sociedad que abarca todos los ámbitos que la sustentan, especialmente el de la educación. Esta preferencia por lo tecnológico que hemos experimentado en los últimos meses con el auge de la formación online plantea tres cuestiones clave en torno al proceso educativo:

  • ¿dónde ha de situarse el foco, en el alumno o en el docente?
  • ¿deberíamos trasladar la mayor parte de las actividades educativas a un entorno online y asíncrono y potenciar de manera presencial otro tipo de dinámicas más grupales que conduzcan a la reflexión e interiorización de conceptos?
  • ¿es el docente o el propio alumno el que debe marcar su propio ritmo de estudio en base a sus capacidades y necesidades?

En base a estas preguntas, todo apunta a que, en el ámbito de la educación superior la tendencia sea la de apostar por modelos semipresenciales dado su alto enfoque centrado en el alumno, la optimización del tiempo que pasa en el aula y la adecuación a su ritmo de aprendizaje.

Cualquiera que sea la acepción que escojamos, educación híbrida, mixta o semipresencial, el modelo está claro. Hablamos de una metodología que combina aspectos de la formación presencial con el componente digital de la formación online.

Veamos a continuación su nivel de adecuación en las distintas etapas educativas, así como los rasgos más característicos que la definen.

Nivel de adecuación del modelo híbrido en cada etapa

Cada nivel educativo se caracteriza por sus particularidades concretas en cuanto al perfil de los estudiantes basándose en las capacidades propias de la edad o en lo que respecta a su desarrollo cognitivo.

En este sentido, parece claro que en las primeras etapas de la formación escolar la presencialidad es un imperativo ya que los aprendizajes se producen a partir de experiencias más sociales y requieren de una relación muy cercana y constante entre alumno y profesor. Sin embargo, en etapas superiores es totalmente viable llevar a cabo un modelo mixto. ¿De qué manera? Priorizando la digitalización en aquellas tareas que se pueden llevar a cabo de forma autónoma o en colaboración en línea, y manteniendo la presencialidad en aquellas actividades que precisen más experimentación o contacto social.

De ahí la importancia de entender que lo realmente trascendente es adaptar el modelo pedagógico a cada circunstancia. ¿El objetivo?  Dibujar una educación que aproveche al máximo el potencial de cada alumno y responda a las diferentes necesidades individuales para transmitir el conocimiento.

Rasgos de un modelo educativo híbrido

Son ya once años los que llevo implementando este modelo híbrido presencial-online entre nuestra comunidad de alumnos. Tras analizar exhaustivamente las particularidades aquellos que querían formarse, llegamos a la conclusión de que una metodología mixta era la opción más pragmática y eficiente para responder a las exigencias de un perfil de alumnado que demandaba una mayor autonomía en su aprendizaje.

Siendo así, desarrollamos una metodología basada en los siguientes aspectos.

Combinación de docencia telemática y presencial según el tipo de actividad

En un modelo mixto, la interacción entre el profesor y el alumno no necesita ser forzosamente síncrona, sino que el docente puede grabar la clase en formato virtual y mandarla al alumno. El estudiante la verá cuando esté realmente interesado y podrá interactuar con el contenido incidiendo en aquello que le interese más, a su antojo y sin interferir en el aprendizaje de sus compañeros. Esto es algo que una clase magistral tradicional no permite. Por otro lado, y como he mencionado anteriormente, el espacio físico puede ser la opción más idónea para llevar a cabo un aprendizaje basado en las dinámicas grupales y la reflexión conjunta y experiencial.

Soporte multicanal para favorecer la relación docente-alumno

El alumno tiene a su disposición un equipo docente disponible en horario lectivo para la resolución de dudas individuales, tanto por vía telemática como de manera presencial. La atención personal a través de ambos canales permite adaptar el tiempo de consulta a cuestiones que realmente preocupan al alumno, favorece la conexión estudiante-profesor y posibilita al docente la oportunidad de adaptar la respuesta al nivel académico del estudiante, acortando el proceso de comprensión.

El alumno es el protagonista de su proceso de aprendizaje

Por medio de esta metodología combinada, se pone en valor el rol del estudiante que adquiere un papel totalmente consciente y activo durante su proceso de formación, suprimiendo las horas presenciales en el aula en las que el alumno tiene un papel exclusivamente pasivo de escucha y simple memorización. Esto se traduce en un incremento de la motivación del estudiante al tomar un papel principal en el aprendizaje, aumento de la atención y una mejor fijación de los conceptos. Igualmente, este modelo propicia más la retención del conocimiento a medio y largo plazo, al poner el foco en la comprensión más que en la mera memorización.

Desarrollo de competencias blandas para el entorno laboral

En una educación semipresencial el alumno adquiere competencias valiosas inherentes a la formación en línea: la autodisciplina, la capacidad organizativa, el trabajo colaborativo y por supuesto, las competencias digitales. Todo ello eleva el potencial de empleabilidad del alumnado y le confiere técnicas y hábitos de estudio que apoyarán su reciclaje profesional. Y estas competencias, son para siempre.

Por qué apostar por una educación semipresencial

En cuanto a la extensión de este modelo, universidades como la de Harvard ya han optado por implantar elementos de aprendizaje híbrido en su oferta formativa. Esta decisión ha sido fruto del deseo de docentes como Eric Mazur, experto en innovación educativa y catedrático de Física Aplicada, por probar este modelo como una alternativa a las clases presenciales tradicionales que históricamente habían demostrado ser poco efectivas. El Instituto Tecnológico de Massachusett (MIT) y el Imperial College de Londres, que ocupan la quinta y octava posición en los rankings mundiales, también han adoptado el modelo híbrido en muchas de sus formaciones.

Por otro lado, y para aquellos a quienes les guste medirlo cuantitativamente, investigadores de la Universidad West Chester de Pensilvania realizaron un experimento con 150 estudiantes con el objetivo de valorar la eficiencia de una educación semipresencial. Dividieron a los alumnos en dos grupos (unos recibieron instrucción híbrida y el resto presencial) y evaluaron sus resultados tanto académicos como de percepción.

El estudio concluyó lo siguiente:

  • El 64% de los estudiantes se sintió más implicado con los contenidos del curso en la modalidad híbrida.
  • El 90% destacó la comodidad del modelo híbrido y un 88% del grupo incidió de manera positiva en la adaptabilidad que permitía de esta metodología.
  • El 65% consideró que las actividades combinadas fortalecieron el sentimiento de comunidad con el grupo a través de una mayor interacción con los compañeros.
  • El grupo de aprendizaje semipresencial obtuvo una puntuación superior de media en 3 puntos en comparación al grupo presencial.

En definitiva, la virtualidad de este modelo, en conjunción con el aprovechamiento de la presencialidad que lo complementa, brinda al alumnado la posibilidad de recibir una educación personalizada en base a sus necesidades e intereses y, en consecuencia, tiende a reducir el fracaso y la tasa de abandono escolar.

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Cómo abordar la evaluación online en la nueva escuela

La extensión de la docencia online provocada por la expansión del coronavirus ha marcado un nuevo escenario de aprendizaje para toda la comunidad académica. Y, por ende, esta modalidad se ha trasladado también a la evaluación.

Más de 8.200.000 estudiantes no universitarios culminarán durante las próximas semanas un final de curso académico totalmente imprevisto. Y de forma paralela, también lo harán alrededor de 1.600.000 universitarios a través de una evaluación preferentemente digital.

Muchos han sido los planteamientos sobre cómo deben desarrollarse ahora los exámenes y pruebas y cuáles son las medidas de seguridad que se deben adoptar. En este sentido, la Universidad de Oviedo ha sido la primera institución académica en ‘estrenarse’ el pasado 13 de mayo en la evaluación final telemática. Durante tres días se llevaron a cabo un total de 667 pruebas para 17.426 alumnos con una tasa de incidencias del 1%, a penas reseñable.

La Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, por su parte, ha publicado la «Guía de recomendaciones generales y preguntas frecuentes sobre evaluación online». Este documento arroja cierta luz sobre los procesos de evaluación a distancia y aconseja una evaluación online continua en la que se utilicen diferentes tipos de pruebas para que la nota final represente fielmente los resultados del aprendizaje.

Con respecto a los centros de Educación Secundaria y FP, algunos docentes han optado mantener los exámenes orales a través de videoconferencia. Otros, en cambio,  han mandado desarrollar trabajos para ser presentados a posteriori por los alumnos a viva voz y los hay que han recurrido a realizar pruebas mediante plataformas como Google Forms. En este último caso, se trata de cuestionarios con tiempo de respuesta limitado o exámenes tipo test ante una cámara.

En definitiva, todos aquellos centros e instituciones educativas presenciales han tratado de buscar certezas a la hora de evaluar en tiempos de incertidumbre.

La digitalización de la evaluación, ‘a examen’

Las pruebas de evaluación en remoto han impulsado la búsqueda y puesta en marcha de nuevas fórmulas basadas en la tecnología para garantizar la integridad de todo el proceso y a su vez, aprovechar los medios a disposición de los estudiantes.

Para verificar el correcto desarrollo de los exámenes, las instituciones educativas disponen de todo tipo de programas encargados de velar porque todo el proceso se lleve a cabo con regularidad. En cuanto a sus funcionalidades, estas van desde la simple prevención del plagio hasta la toma del control del ordenador del estudiante que se examina para evitar la consulta de otras páginas durante los exámenes.

Para ello, el proctoring es uno de los sistemas más extendidos en centros de todo el mundo a la hora de monitorizar y descubrir todo tipo de infracciones durante las pruebas evaluativas. Esta herramienta emplea las cámaras del ordenador o del móvil, e incluso la visualización del escritorio del alumno, para controlar la actividad del estudiante durante el examen.

No obstante, para poder emplear esta plataforma es necesario contar con el consentimiento expreso del alumno o alumna, de acuerdo con la Ley de Protección de Datos. Y en caso de no aceptarlo, el centro debe proponer una alternativa al estudiante que sea equivalente en términos de duración y dificultad. Por este motivo y en ausencia de una regulación clara al respecto, aún son pocos los centros en los que el proctoring está implantado (la Unir lo probará en las próximas semanas y la UOC lo empleó en el pasado). Sin embargo, todo parece apuntar a que este sistema marcará el camino a seguir en términos de evaluación online, en cuanto haya una legislación definida.

Criterios de evaluación a distancia

Ahora bien, a la hora de fijar los criterios más acertados para acometer la evaluación online del alumnado, se deben priorizar estos tres objetivos básicos:

  1. Ningún estudiante puede ni debe perder este curso por razones vinculadas a la pandemia.
  2. Debemos garantizar una enseñanza de calidad para todos los estudiantes.
  3. Debemos seguir atendiendo las necesidades específicas de cada alumno/a en pro de su rendimiento.

En este sentido, el Consejo Interuniversitario de Cataluña ha elaborado un documento en el que sienta las bases necesarias para dar respuesta a cada uno de estos objetivos. Bajo el título, Evaluación Universitaria no presencial, el informe plantea algunas propuestas prácticas de evaluación online que funcionan (como las que he comentado en el punto anterior) así como criterios para decantarse por un sistema u otro.

Con relación a estos criterios, resumo los tres puntos más significativos que recoge el documento:

  • Formación en streaming para el intercambio de dudas

A pesar de que las lecciones magistrales en directo a través de videoconferencia son altamente provechosas, se debe priorizar esta sincronía con el profesor para la resolución de dudas e impresiones sobre los contenidos, donde la interacción será mucho mayor.

  • Tomar conciencia del aprendizaje propio

Una de las principales características que solemos destacar del aprendizaje online es la importancia del papel activo del alumno en su proceso formativo. En este sentido, factores como la motivación, la autonomía y la constancia son fundamentales a la hora de conseguir resultados óptimos. Pero siempre acompañados por la labor de estimulación del equipo docente.

  • Un aprendizaje inclusivo y que apueste por la diversidad

Es imperativo contemplar con detenimiento aquellas situaciones en las que no sea posible aplicar las prácticas generales. Un ejemplo de ello lo estamos viendo ahora: la brecha digital que sufren algunos hogares de nuestro país ha hecho mella en la educación al dejar a miles de alumnos sin acceso a la formación por falta de recursos tecnológicos. En casos como estos, será necesario aportar soluciones particulares que velen por que las estrategias planteadas sean lo más inclusivas posible.

Retos para la nueva escuela de septiembre

Ante un contexto en el que siempre ha imperado un formato educativo tradicionalmente presencial, los distintos Departamentos de Educación de las diferentes Comunidades Autónomas, junto con el Ministerio de Educación y Formación Profesional deben centrar sus esfuerzos en abordar este nuevo paradigma. Para ello, deberán apoyarse en aquellos casos de éxito como los que he expuesto al inicio del artículo con el fin de cambiar los métodos pedagógicos de enseñanza tradicionales.

¿Cómo? A través de la creación de espacios reales de educación online en los que los alumnos sean los responsables principales de su formación y acompañados de un profesorado competente, altamente motivador y diestro en habilidades digitales educativas.

Pero cuidado. No se trata solo de hacer uso de las herramientas tecnológicas más innovadoras que encuentren a su alcance. Hablamos más de un cambio en las metodologías de aprendizaje basado en valores y capacidades, y, sobre todo, en las maneras de evaluar. Recordemos, la evaluación en sí no es ni debe ser la finalidad del aprendizaje, sino una de las muchas estrategias para garantizar la asimilación del conocimiento.

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¿Cómo afecta la brecha digital a la educación?

No deja de parecerme insólito que, después de varias décadas advirtiendo de la necesidad de innovar el sistema educativo y adaptarlo a las necesidades de una sociedad cada vez más digital, el cambio a una formación 100% online se ha instaurado literalmente en todo el país de un día para otro debido a la pandemia.

De la noche a la mañana, se ha erigido toda una estructura formativa a distancia en torno a decenas de plataformas educativas virtuales como única alternativa para acabar el curso académico. No obstante, aquellos alumnos y alumnas que no disponen en sus hogares de los dispositivos necesarios e incluso de una conexión a internet para seguir el aprendizaje online, quedan totalmente desplazados. Hablamos pues de una brecha digital que ya estaba presente, pero que se ha hecho aún más tangible ante esta situación de aislamiento social.

Veamos algunos de los datos que dibujan el escenario actual de la brecha digital, según el último informe proporcionado por el INE:

  • Las comunidades autónomas con mayor índice de brecha digital son Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha y Galicia.
  • En contraposición, Madrid, Navarra, Baleares y el País Vasco son las regiones donde la brecha digital es más reducida.
  • Los principales motivos asociados a la falta de acceso de los hogares a Internet son económicos (elevado coste del equipo y/o de conexión) y educativos (falta de conocimientos o habilidades digitales).

El acceso a la tecnología como elemento diferenciador

En vista de estos datos, mi primera consideración al respecto gira en torno a la naturaleza socioeconómica de la brecha digital. Más allá de las cuestiones que se están debatiendo estos días sobre si debemos o no adelantar materia o las consecuencias de un posible aprobado general, es más apremiante que la Administración dote de recursos tecnológicos al alumnado que no dispone de ellos. La premisa debe ser la siguiente: evitar que la brecha digital se convierta en una barrera educativa que nos conduzca irremediablemente a una sociedad aún más distanciada.

Para ello, desde el Ministerio de Educación y Formación Profesional han tomado las siguientes medidas:

  • Han repartido entre todas las comunidades autónomas 20.000 líneas móviles y tarjetas SIM con 40 Gbs mensuales destinadas a los estudiantes con mayores dificultades para acceder a medios tecnológicos.
  • Cada región distribuirá este material de forma autónoma entre los alumnos según los criterios que establezcan las Consejerías de Educación y, en su caso, Bienestar Social.

De forma complementaria, algunas comunidades se han visto obligadas a reforzar esta acción de carácter general con pequeñas medidas escalonadas:

  • En el caso de Andalucía, la Consejería ha repartido, aunque más de un mes después de decretarse el estado de alarma, un total de 5.600 tablets en concepto de préstamo entre alumnos de Bachillerato y Formación Profesional de entornos más desfavorecidos.
  • El Gobierno gallego también ha distribuido un millar de portátiles con conexión a internet entre familias y alumnos con menos recursos.
  • La Consejería de Educación y Empleo de Extremadura repartirá más de 930 tablets para aquellos que no dispongan de recursos tecnológicos para seguir de forma telématica su formación.

La falta de capacitación digital de la sociedad

En cuanto a la naturaleza formativa de esta brecha, este es otro de los principales motivos que comentábamos anteriormente. Y es que esta situación de diferenciación se agrava más en los hogares donde no hay un conocimiento ligado a la utilización de estas herramientas digitales.

En el caso de España, y según los últimos datos de Eurostat, solo el 53% de los ciudadanos cuenta con habilidades digitales básicas tales como: navegar, buscar y filtrar datos, compartir información a través de las tecnologías adecuadas, utilización de las redes sociales…

Con estos datos presentes, urge implementar las siguientes medidas:

  • Los centros e instituciones educativas son las únicas fuentes donde poder adquirir esos conocimientos. Esto supone un reto y, al mismo tiempo, la hoja de ruta a seguir por parte de todos los agentes involucrados en el proceso a la hora de reenfocar los programas formativos a la adquisición de competencias digitales.
  • De forma paralela, los gobiernos deben introducir esta prioridad en sus agendas, en concordancia con el ritmo marcado por las necesidades formativas digitales de la población.
  • El Estado debe proporcionar incentivos que impulsen la relación de los ciudadanos con las instituciones a través de Internet. Además, este tipo de acciones implican un importante ahorro de recursos derivado de las interacciones telemáticas.
  • Se debe fomentar el reskilling de la población activa en el ámbito digital para aquellos profesionales que actualmente desarrollan tareas en riesgo de automatización o desempleados que necesitan reorientar su carrera profesional.

En resumen, la formación en competencias digitales, más allá del contexto actual de emergencia provocado por el COVID-19, es aún una asignatura pendiente en la educación de un gran porcentaje de la población española y una labor ineludible para la superación de la brecha digital.

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¿Hacia dónde apuntará el mercado laboral tras la crisis?

Sumergidos en plena crisis social y económica, aún no estamos en condiciones de atisbar con certeza los posibles escenarios de futuro. Sin embargo, podemos lanzar algunas conjeturas sobre cómo los efectos de esta pandemia van a impulsar algunas de las corrientes que ya vislumbrábamos.

En este momento hay dos cuestiones que considero enormemente destacables y altamente definitorias:

  • Por un lado, se ha demostrado que el progreso de la humanidad está en gran medida en manos de la ciencia. De hecho, una de las principales lecciones que podemos concluir de esta crisis es la importancia de la educación científica y la fe que tenemos en la ciencia y en sus expertos. Ellos han asumido el liderazgo intelectual e incluso la clase política se refugia en ellos en estos momentos, entendiendo que para el resto del conjunto de la sociedad son la voz que ofrece credibilidad y fiabilidad. Y esta confianza debería servir para consolidar el papel trascendental de la investigación y el desarrollo científico-tecnológico de cualquier sociedad futura.
  • Por otro lado, creo que la capacidad de adaptación de la sociedad ahora es más firme que nunca. Un ejemplo de ello lo hemos visto con la asombrosa facilidad con la que millones de empresas en todo el mundo han adecuado sus metodologías de trabajo ante la pandemia. De la noche a la mañana, han apostado por el teletrabajo y, por consiguiente, han podido continuar su actividad durante el periodo de aislamiento protegiendo la salud de sus trabajadores.

Un escenario laboral que impulsará la digitalización

Ahora bien, ¿qué ocurrirá con el mercado laboral una vez que esto termine? Los expertos coinciden al prever, y ya lo he comentado en artículos anteriores, un marcado fortalecimiento del universo digital. Así lo apunta el historiador israelí Yuval Noah Harari, uno de los grandes pensadores destacados del siglo XXI.

Recientemente vaticinaba en una entrevista como el ámbito de la educación experimentará un cambio notable ya que la educación on-line se ha convertido en una herramienta imprescindible para que millones de estudiantes de todos los niveles académicos puedan acabar el curso. En un entorno digital con acceso ilimitado a la información, el tradicional método de aprendizaje basado en la memorización pierde importancia en aras de la implantación de otros modelos de estudio más autónomos y eficaces.

El camino hacia la automatización

De forma paralela, algo similar ocurrirá en el sector industrial. De hecho, en las últimas semanas ya ha empezado a fraguarse. Muchos fabricantes podrían atravesar un proceso de rápida automatización y lo que en condiciones normales podría haber requerido una inversión de tiempo de cinco o diez años, la crisis lo ha impulsado en cuestión de semanas. Tal y como señala Harari, esta aceleración “forzosa” traerá consigo la pujanza de ciertos perfiles tecnológicos capaces de diseñar este nuevo escenario y modelos productivos en detrimento de otros perfiles más prescindibles.

En este sentido, sí antes ya existía, ahora habrá una demanda más acuciada de especialistas en robótica y ciberseguridad así como programadores, expertos en marketing digital… En definitiva, todos aquellos profesionales cualificados en las diferentes áreas del mundo digital. Y en este contexto, lógicamente saldrán fortalecidas aquellas actividades relacionadas con el big data, el comercio electrónico, la realidad virtual y la inteligencia artificial, entre otras. De hecho, ahora más que nunca será preciso contar con los mejores analistas de datos de carácter sanitario para estudiar las causas y consecuencias de esta pandemia y contribuir en su investigación.

Nuevas formaciones para dar respuesta a la digitalización

En esta misma línea de actuación caracterizada por un alto componente digital, recientemente se ha aprobado la creación de tres nuevos títulos de Formación Profesional:

  • Ciberseguridad en las tecnologías de la operación y de la información
  • Digitalización del mantenimiento industrial
  • Fabricación inteligente

En este sentido, lo que parece claro es que el presente ya es digital. Pero quizás, los procesos de digitalización en las empresas, así como la adecuación del sistema educativo con un futuro mercado laboral ya no tan lejano, no se han acometido con el ritmo y el grado de implantación necesarios. Esto supone un reto y, al mismo tiempo, la hoja de ruta a seguir por parte de todos los centros e instituciones educativas como las únicas fuentes donde poder adquirir esos conocimientos.

Por este motivo, ahora es el momento de redoblar el esfuerzo. El momento propicio para identificar las necesidades formativas en los diferentes sectores en consonancia con el ritmo marcado por Agenda Digital, y elaborar los programas formativos para poder atenderlas. Y aún más. Una nueva oportunidad para que los gobiernos, como el nuestro, introduzcan esta prioridad en sus agendas ahora mismo relegada a segundo plano.

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Ahora más que nunca, ‘Learning by doing’

Tras varios años defendiendo esta filosofía, hoy más que nunca, defiendo su trascendencia. Es cierto que nos encontramos ante unas circunstancias excepcionales de tal envergadura que suponen todo un desafío para el conjunto de la sociedad. Pero precisamente una sociedad como la nuestra es capaz, no solo de sobreponerse a una crisis, sino además, de aprender y hacer de ella una oportunidad para responder y superar con éxito futuras adversidades. De éste u otro ámbito.

Ahora, la gran pregunta es: ¿cómo se gestiona dicho aprendizaje? Como os decía, esta perspectiva de ‘learning by doing’, el aprendizaje fruto de la acción, nos aportará el integrar habilidades que puedan llevarse a cabo de manera inconsciente.

Una oportunidad de aprendizaje inédita

En el plano educativo, el confinamiento al que el coronavirus ha sometido a casi 10 millones de estudiantes, empieza a concebirse, una vez asumidos los evidentes trastornos a los que ha sometido a la comunidad estudiantil, como una oportunidad. La oportunidad de inculcar a los alumnos un aprendizaje más activo al que están acostumbrados, que les impulse a salir de su zona de confort. Pero este método de aprendizaje también se traduce en una responsabilidad compartida por parte de todos los implicados en el proceso:

  • Por un lado, los propios centros educativos y escuelas tienen la obligación de adaptarse a las circunstancias actuales y demostrar que están a la altura. Son los tiempos que corren. Tiempos que exigen una digitalización, tanto tecnológica como de su personal. Provocando una mayor brecha entre aquellos que supieron interpretar el futuro y quienes se negaban a las evidencias. Sin duda, habrá quien habrá puesto en riesgo su devenir por falta de visión.
  • Por otro, los estudiantes tendrán que hacerse con los recursos necesarios y acondicionar sus hábitos de estudio. Debido a la situación provocada por el confinamiento y la falta de presencialidad que conlleva, habrán de mejorar su capacidad de gestión del tiempo, disciplina y autonomía. La clave para no perder el rumbo y finalizar con éxito el año académico pasará por conocer con detalle el itinerario formativo en su conjunto, tener un sistema sólido enfocado a la planificación diaria y contar con una comunidad digital de profesores y compañeros, entre otros aspectos.

Una aceleración forzosa hacia el futuro

Lo mismo ha ocurrido en un sinfín de sectores que aglutina el tejido empresarial de nuestro país. Ante un escenario complicado, muchos han tenido que reformular su negocio y reorientarlo.

Diría que no se trata de un cambio de paradigma, como muchos aseguran en busca de titulares de impacto. Sino de una aceleración, forzada fruto de la coyuntura, de elementos y procesos productivos de los que el mundo de hoy no había dejado de dar señales de imperiosa necesidad. Siendo, justamente ahora, cuando mayor evidencia ha cobrado al vernos obligados ha modificar radicalmente nuestro modo de vida y rutinas. Como si de un gran ensayo innovador se tratara.

Pues no se trata de realizar invenciones de última hora. En gran medida, esta transformación ha sido posible gracias a la potenciación de los medios tecnológicos y formas de trabajo altamente digitales con los que ya contábamos.

Una sociedad con voluntad de cambio

Pero no por todo esto somos ahora una sociedad distinta, ni tampoco nuestros valores han cambiado. Simplemente, hemos demostrado que somos capaces de adaptarnos a las exigencias del momento y lo estamos superando con éxito aprendiendo de la experiencia del día a día. Niñas y niños, adultos e incluso nuestros mayores.

A través del ensayo y error, lo que un departamento de innovación hubiera tardado décadas en desarrollar, ahora se ha logrado en apenas unas semanas. Empresas y profesionales han demostrado que esta doctrina, ‘learning by doing’, es eficaz y que ofrece garantías. Más aún cuando circunstancias tan excepcionales como las actuales así lo exigen.

Un ejemplo de ello son todas aquellas empresas e instituciones, de distintas áreas, que han comenzado a diseñar y producir aquello que sea necesario para frenar la propagación del coronavirus, pese a no estar especializadas en ello. Desde fabricantes de piezas para coches que ahora elaboran respiradores artificiales mediante impresión 3D, hasta la industria textil que cambia las prendas de temporada por batas y mascarillas.

¿Cómo, si no, pasamos de las meras intenciones a los hechos? Pues nada de esto sería posible sin la voluntad. La pujanza de todas estas personas que cuentan con el coraje e iniciativa imprescindible para pasar a la acción.

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Teletrabajo, una preparación para el futuro, no para el coronavirus

Mucho se ha hablado sobre el teletrabajo durante estas semanas. De hecho, solo me ha hecho falta una simple y rápida búsqueda en Google Trends para comprobarlo. Unos días antes de que se declarara el Estado de Alarma en nuestro país ya subía el interés de manera exponencial en torno a este concepto. Pero es en las últimas dos semanas cuando se ha disparado por completo.

Lo que a lo largo de 2019 solo fueron apariciones esporádicas y ligadas en gran medida a la conciliación familiar, ahora es claramente una tendencia. Consciente de que ha sido este drástico cambio de los acontecimientos lo que ha disparado todo tipo de artículos y opiniones relacionadas con esta medida adoptada por las empresas, me viene a la mente la siguiente reflexión:

¿Estamos las empresas atravesando un momento en el que es legítimo plantearnos qué tipo de tareas podemos hacer en remoto? ¿Hemos tenido tiempo de desarrollar los protocolos adecuados para ponerlas en marcha? ¿Cuentan los trabajadores/as con las habilidades digitales necesarias para hacer frente al escenario actual y seguir desempeñando sus labores de manera igualmente efectiva?

Mi aproximación a todas estas cuestiones la hago desde un punto de vista de “ensayo y error”. Es decir, como una ocasión u oportunidad para comprobar cómo de preparados estamos para afrontar una situación de tal envergadura como la que estamos viviendo. Y, sobre todo, ver si podemos dar continuidad a nuestra actividad empresarial con los mismos resultados.

¿Cómo encontrar la herramienta de teletrabajo más adecuada?

La apuesta ahora es el teletrabajo, está claro. Y creo que, en general, nos encontramos en un punto en el que el desarrollo y la expansión de las tecnologías necesarias para ser eficientes trabajando desde cualquier punto geográfico son más que evidentes. Y aún más, al alcance de casi la totalidad de los trabajadores.

Hoy en día, contamos con numerosas herramientas que posibilitan la implantación del teletrabajo. Estas plataformas llevan ya bastante tiempo estando presentes en el entorno laboral pero quizás no las hemos utilizado como deberíamos por falta de necesidad. Desde un rudimentario correo electrónico para el intercambio de información hasta sistemas de mensajería instantánea (Google Hangouts) o documentos compartidos.

En nuestro caso, desde hace algún tiempo hemos optado por este tipo de herramientas para la optimización del trabajo experimentando las siguientes mejoras:

  • Productividad
    Las herramientas de trabajo telemático permiten agilizar las tareas que competen a determinados grupos de empleados en la empresa, a partir de la comunicación instantánea y eficiente, la compartición de archivos y la integración tanto de todo tipo de herramientas complementarias.
  • Comunicación efectiva
    A través del chat instantáneo o incluso llamadas o videollamadas, tenemos la posibilidad de elevar la efectividad de la comunicación interna, antes efectuada a través del correo electrónico, para la consecución de objetivos determinados.
  • Trabajo colaborativo
    Hemos apostado por conformar equipos de trabajo digitales cuyos miembros comparten la responsabilidad de distintos objetivos y tareas. La creación de estos espacios digitales ayuda a que los miembros de cada equipo se integren en la toma de decisiones, la proposición de ideas y el logro de las metas comunes.

¿Qué podemos esperar del teletrabajo?

Hablando estos días con compañeros y amigos de distintos sectores, yo diría que ahora mismo hay dos prismas bajo los que gira este asunto del teletrabajo. Por un lado, los que están esperando fervientemente a que finalice el aislamiento y puedan retomar su trabajo tal y como hacían hasta la crisis. Pero, por otro lado, me encuentro con casos que parecen haberse dado cuenta de que esto es una ocasión idónea para demostrar la efectividad de este “teletrabajo obligado”.

Obviamente, soy consciente de que no todos los puestos de trabajo son susceptibles de ser trasladados a remoto. No tengo duda de ello. Pero sí que estoy seguro de algo: la relación de algunas personas con su trabajo va a cambiar en un futuro cercano. Ya sea porque han descubierto que son mucho más productivos gracias al teletrabajo o porque han descubierto otras ventajas asociadas al desempeño del mismo.

Lo cierto es que muchas de estas prácticas adoptadas por las empresas como medida impuesta a nivel institucional, puede que se consoliden pasada la pandemia debido a su éxito. Todo se verá.

by Zigor Maritxalar Zigor Maritxalar No hay comentarios

De cómo el coronavirus salvó la Educación

No, no me he equivocado al titular este artículo. Seguramente muchos de vosotros estaréis pensando en que un título más adecuado sería: “De cómo la educación nos salvó del coronavirus”. Pero no ha sido un error y si continuáis leyendo, pronto averiguaréis el porqué.

Tras varias semanas transcurridas desde el comienzo de esta batalla compartida, y con prácticamente todo el país sometido a drásticas medidas de confinamiento, no es necesario decir que estamos viviendo un momento de gran transcendencia social, política y económica.

Y hoy más que nunca, considero que este es uno de esos momentos en los que las empresas debemos esforzarnos al máximo para actuar con valores y responsabilidad al servicio de la sociedad. Y en tiempos de crisis creo que la continuidad de la educación se convierte ya no solo en esencial, sino en un aspecto verdaderamente crucial para poder seguir adelante.

Como ha ocurrido en otros tantos sectores, la solidaridad se ha apoderado de la educación. Las distintas Comunidades Autónomas y el propio Ministerio de Educación y Formación Profesional han abierto sus portales. Ls editoriales han distribuido licencias gratuitas. Y las redes sociales se han convertido en un repositorio de actividades y clases online bajo el mismo paraguas: fórmate en casa.

Con este panorama por delante, nos encontramos por un lado ante un reto tecnológico, y por otro, ante un desafío cultural y sobre todo, metodológico.

Un antes y un después para la educación

Discutir sobre si la tecnología puede llegar a sustituir lo que ocurre en las aulas o en qué medida debe emplearse en un futuro no tiene ningún sentido ahora. Lo que de verdad importa es cómo estamos llevando a cabo esa formación online y, sobre todo, qué valor añadido podemos obtener de ella para lograr una educación mejor y más eficiente.

¿Podría ser esta crisis sanitaria el empuje que hacía falta para dar el crédito que se merece a esta modalidad de estudio? ¿Estamos a las puertas de presenciar el esperado momento de la implantación de herramientas de e-learning en todos los niveles educativos? Junto con estas cuestiones, me viene a la mente la siguiente reflexión.

Quizá, más allá de plantearnos cómo seguir educando mientras dure el confinamiento, deberíamos pensar en cómo vamos a seguir formando cuando esto acabe. Y sobre todo, si la forma en que lo hacíamos hasta ahora era la más eficiente.

Creo que el uso generalizado de la formación online durante este periodo puede ser una buena oportunidad para:

  • hacer un uso más continuado de ella a partir de ahora
  • mejorar aquellos aspectos que hacen que no sea aún no satisfaga al 100% nuestras necesidades
  • testear y perfeccionar las plataformas educativas que tenemos a nuestra disposición

Precisamente por ello he decidido titular así este artículo. Consciente del potencial que una experiencia como esta puede llegar a tener a medida que se generalice su uso. Y a sabiendas también, del desafío que supone hoy en día emprender este cambio, y los retos que aún están por llegar.

En definitiva, ya sea ante situaciones aislamiento o sin ellas, la formación en general y el e-learning en concreto, son dos ámbitos en los que seguiremos viendo y experimentando grandes cambios. No se trata tanto de cómo enseñamos, sino de lo que enseñamos y lo que somos capaces de aprender cuando nos enfrentamos a circunstancias de este tipo. Y ahora es el momento de demostrarlo.

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